CENJU

Ubicación en el mapa cognoscitivo

El objetivo de la presente sección es el de ubicar conceptualmente la Línea “Prácticas y Procesos Comunicativos de la Niñez y la Juventud” a partir de la breve definición de las categorías que en ella se inscriben. Así mismo, se presentan algunos lineamientos básicos de pertinencia social y de orientación metodológica.

Identidad conceptual de la línea con la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

De acuerdo con los principios institucionales, la Universidad de Manizales tiene, entre sus diversas responsabilidades: 


“formar de manera interdisciplinaria ciudadanos comprometidos con su entorno en una cultura de humanismo y ciencia, con capacidad de continuar autónomamente con su proceso de formación y contribuir a la construcción de tejido social, para la Universidad y la persona humana” (PEI, 2010). 


La Línea se asume en esta filosofía humanista que asume la Universidad de Manizales y es, por tanto, coherente con la concepción de organización, ser humano y desarrollo humano que la Universidad define. En este sentido, la Línea se inscribe y es coherente con el Subprograma de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas en cuyo centro se encuentra el Desarrollo Humano entendido como eje vital del desarrollo social centrado en mejorar la calidad de vida –en términos cuantitativos y cualitativos– de las personas a partir del incremento de las capacidades, necesidad y oportunidades de esas personas.

En términos de las categorías y horizontes que conforman el Subprograma de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales, la Línea “Prácticas y Procesos Comunicativos de la Niñez y la Juventud” aborda directamente categorías como “narrativas y discursos”, “niñez, juventud y familia”, “vulnerabilidad, violencias y acción colectiva” y “diversidad”. Estas categorías serán abordadas a partir de horizontes como “comunicación y lenguaje”, “cultura” y “subjetividades e identidades”. Como puede notarse en el siguiente esquema se trata de una Línea que se articula con muchos de los horizontes y categorías que guían el trabajo investigativo de los 8 grupos de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas:

Gráfica 1: Subprograma de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Fuente: Cartilla X, Sistema de Planeación Institucional

 

Identidad conceptual de la línea con el CEANJ y el GIC

Con relación al Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud, la Línea se articula con los tres grupos de investigación de la siguiente manera: 

Con el Grupo de Perspectivas Políticas, Éticas y Morales de la Niñez y la Juventud, la Línea se articula de manera directa con los trabajos que este grupo ha realizado en la línea de “Socialización Política y Construcción de Subjetividades” en la medida en que aborda el problema de socialización y construcción de subjetividad como un fenómeno que potencian los medios de comunicación y las diferentes formas de comunicación grupal. 

Con el Grupo de Educación y Pedagogía, la Línea se articula de manera directa con los trabajos que este grupo ha realizado en la línea de “Crianza, Familia y Desarrollo” en la medida en que aborda la familia desde el punto de vista de sus interacciones comunicativas. 

Con el Grupo Jóvenes, Culturas y Poderes, la Línea se articula de manera directa en la medida en que se estudie la comunicación grupal de subculturas, movimientos sociales y otros grupos de infancias y juventudes. 

Con relación al Grupo de Investigaciones de la Comunicación, la Línea se articula con las líneas ya existentes de la siguiente manera: 

Con la línea de “Lenguajes y Narrativas” se comparte el interés por el estudio del lenguaje, pero con relación específica a las infancias y a las juventudes. 

Con relación a la línea de “Comunicación y Estructuras Sociales” se enfatiza en fenómenos también relacionados con el contexto de producción y consumo comunicacional pero centrado en el análisis de las infancias y las juventudes. 

Identidad conceptual de la línea

La comunicación se entiende en un sentido amplio, esto es, como práctica y proceso de co-construcción de significado que permite a los individuos aspectos tan diversos como la expresión, la negociación de sentidos, el establecimiento de conductas, la persuasión y la construcción de la realidad, entre otros. Se restringen perspectivas limitadas y reduccionistas de la comunicación que la definen como transmisión de información o como efecto informativo. En este sentido, se acogen enfoques más construccionistas de la comunicación como las propuestas a partir de la tradición de los Estudios Culturales ingleses y la tradición hermenéutica. A continuación se describen en detalle ambas tradiciones con el fin de justificar en lugar que en ellas ocupa la comunicación .

Para ambos enfoques es determinante la idea, tomada del postestructuralismo, según la cual lo leído no es igual a lo escrito. Basados en ella, por ejemplo, los investigadores de los estudios culturales indicaron que las lecturas que las audiencias hacen de los mensajes de los medios de comunicación son siempre diferentes y que dependen de los contextos en los cuales dichas audiencias se inscriben. David Morley (1997), por ejemplo, concluyó que el magazine Nationwide se decodifica de manera diferente según el género, las preferencias individuales y las conductas asumidas mientras se ve televisión.

Basado en los planteamientos de Stuart Hall (1999), Morley clasifica las lecturas en tres tipos: preferentes, negociadas y oposicionales. Las primeras se dan cuando la audiencia asume “plenamente el sentido que le ofrece el marco interpretativo que el mensaje mismo propone y prefiere (Morley, 1990, p. 130); en el caso de las lecturas negociadas las audiencias hacen propio el sentido codificado pero lo relacionan con su propio contexto; y en las oposicionales, por su parte, los sujetos rechazan plenamente el sentido propuesto por los productores del mensaje.

Esta clasificación supone que las audiencias son siempre activas, es decir, que su tarea no se limita a decodificar, de forma pasiva, los mensajes ofrecidos por los emisores, sino que, por el contrario, pueden siempre oponerse y negociar los significados propuestos. Algunos como Curran (1998) autores han exagerado el planteamiento asegurando que existe una clase de democracia semiótica según la cual las audiencias tienen el poder de decidir la manera como decodifican un mensaje. Otros han alertado los peligros de este modelo explicando que existe una clausura interpretativa que configura una polisemia estructurada, lo cual implica que el lector puede ser activo y proponer significaciones alternativas pero en un marco finito de posibilidades inscritas en el mensaje.

Una perspectiva hermenéutica o co-construccionistas se basan en una concepción epistemológica distinta a la de los estudios culturales y radicalmente diferente a la de las teorías clásicas de la comunicación. El cambio de época y la crisis de las ciencias naturales y sociales inciden en la manera como los estudios culturales y la hermenéutica piensan la comunicación. A continuación se mencionan algunas de sus características.

Con la llamada crisis de la Modernidad también entran en crisis las definiciones tradicionales de verdad y de lenguaje. Diversos autores en diversos campos advierten que los estados del mundo o “los hechos en sí mismos” no pueden conocerse, referirse y abordarse si no es a través del lenguaje y este lenguaje es, fundamentalmente, una construcción social relativa a grupos, por lo que deja de ser, entonces, una especie de herramienta que funciona como espejo imparcial.

Los hechos o los estados del mundo no son independientes del lenguaje que los califica como falsos o verdaderos, sino que están “constituidos” por el lenguaje mismo. Si las definiciones cambian, la idea de verdad como correspondencia entre hechos y descripciones, también se transforma. Ya son frecuentes las críticas a la “creencia” en una verdad absoluta. Autores como Serna (2004) facilitan la comprensión de esta idea: “Si el mundo para nosotros es un mundo construido, y en particular, un mundo apalabrado, lo real para nosotros no sólo sería mediado, sino además constituido por nuestra red de significados y sentidos” (p. 69). Tomás Ibáñez explica que no se trata de negar la realidad, pero sí de mirar de manera crítica el realismo ontológico y el realismo epistemológico : La realidad “es y existe”, eso no se pone en duda; pero sus propiedades, estructuras y características, es decir, su modo de ser, es construido por los sujetos y relativo a éstos en cuanto grupos culturales.

Dos consecuencias se desprenden de estas ideas. En primer lugar, el estatus y la definición del lenguaje (y, por tanto, de la comunicación) cambian en la medida en que éste deja de pensarse como simple herramienta para re-presentar los hechos puros o los estados del mundo; y, en segundo lugar, la veracidad de las descripciones no depende de su correspondencia con el mundo, sino del lenguaje y del tipo de construcción discursiva que se haga, es decir, está supeditada a la retórica. Así, de la metáfora de los discursos como espejos de la realidad, se pasa a concebir el lenguaje como constructor de la misma. Se da el llamado giro lingüístico (Serna, 2004) y no sólo hay un interés renovado por estudiar el lenguaje desde otras fuentes teóricas, sino que también éste pasa a pensarse con relación a los efectos performativos que pueda tener sobre el entorno.

Sobre las nuevas fuentes teóricas, es necesario decir que el lenguaje ha dejado de ser estudiado desde el enfoque estructural y se ha abordado desde la perspectiva postestructural. Ello ha centrado la atención de los investigadores en varios puntos: en el estudio de los referentes y no sólo de los significantes y los significados; en el análisis de los contextos de los actos discursivos y no sólo de las gramáticas; y en la exploración de los contenidos y no sólo de la sintaxis. Pero uno de los factores más importantes es la reivindicación del sujeto que, si antes se tenía en cuenta, era solamente para afirmar que éste estaba “sujeto” a una estructura que determinaba sus comportamientos. Con el giro lingüístico y a partir de estas nuevas concepciones, los investigadores no sólo examinan los contenidos y las formas de los discursos, sino también las personas que los producen en los contextos en que lo hacen.

Estas influencias epistemológicas y postestructurales inciden en el papel activo que comienza a ser otorgado al lenguaje. Un claro ejemplo de ello lo constituyen autores como Austin, Searle y Potter quienes afirman, más allá de sus diferencias, que el lenguaje tiene una enorme capacidad performativa por lo que produce efectos y reporta consecuencias en los pensamientos, los sentimientos y las acciones.

De esta manera, en la actualidad el lenguaje es pensado a partir de la metáfora de la construcción que, a su vez, funciona en dos niveles cuando se aplica a las descripciones: “el primero es la idea de que las descripciones y los relatos construyen el mundo, o por lo menos versiones del mundo. El segundo es la idea que estos mismos relatos y descripciones están construidos. Aquí, construcción sugiere la posibilidad de montaje, fabricación…” Ello lleva a concebir que: “el mundo no está de antemano categorizado por Dios o por la Naturaleza de una manera que todos nos veamos obligados a aceptar. Se constituye de una u otra manera a medida que las personas hablan, escriben y discuten sobre él” (Potter, 1998, p. 130).

Si el lenguaje, más que reflejar de manera objetiva e imparcial los estados del mundo, los constituye, entonces el papel del lenguaje es central en las descripciones del mundo porque las construcciones discursivas comunican una particular (no individual) visión de mundo. Desde este punto de vista, además, la verdad no es un asunto de confrontación con los hechos, sino que el problema se desplaza, más bien, hacia la credibilidad de los sujetos en los discursos. Se trata, por lo tanto, de un asunto de retóricas en competencia (Perelman, 1997).

Al centrar el problema de la verdad en el mismo lenguaje, el interés se desplaza hacia las estrategias a las que recurre el hablante para lograr la credibilidad de lo que dice por parte del receptor y para mostrar una visión de mundo coherente, sólida y consistente. A estos aspectos se refiere, en términos generales, el concepto de retórica el cual, a su vez, está basado en las concluisiones a las que han llegado los Estudios Sociales de la Ciencia (Woolgar, 1991), al verla como un mecanismo al que recurren los científicos para presentar sus discursos como factuales y como representaciones objetivas e imparciales de los hechos.

Como puede verse la transformación epistemológica trae consigo profundos cuestionamientos a las concepciones clásicas de la verdad, el lenguaje y la comunicación. Con base en estos planteamientos es imposible seguir pensando la comunicación como la posibilidad que tienen los emisores de “vaciar” información en los receptores. La comunicación, entonces, no puede seguir sustentándose en un modelo lineal, ni tampoco se puede seguir pensando lo mismo sobre los sujetos que la hacen posible. La concepción co-construccionista, en cambio, asume que los participantes en el proceso comunicativo son sujetos y, por lo tanto, seres (y no máquinas) de emotividad y racionalidad que tratan de poner significados en común con la mediación de su subjetividad. La subjetividad, en este sentido, se convierte en una categoría fundamental para comprender la comunicación como proceso social.

Con este nuevo modelo, la emisión, los mensajes y la recepción dejan de verse como tres procesos consecutivos y clausurados, pues se considera que el emisor es siempre receptor y el receptor es siempre y al mismo tiempo emisor; esto hace que se denomine al primero como instancia emisión/recepción y al segundo como instancia recepción/emisión. Otro cambio significativo se da en la concepción de mensaje, pues éste deja de ser un producto terminado, elaborado por el emisor y leído por el receptor y se convierte en un constructo de sentido generado y construido por las instancias emisión/recepción y recepción/emisión.

Es importante mencionar que el mensaje no es un producto terminado debido al papel fundamental que juegan los procesos de interpretación realizados por la instancia recepción/emisión en el momento de la lectura. La interpretación realizada por el lector hace que éste nunca reciba lo mismo que el emisor le envía y que el isomorfismo sea prácticamente una utopía.

Hay, entonces, una enorme diferencia entre las posturas clásicas y la hermenéutica, pues según las primeras “los lectores simplemente reordenan un discurso que es anterior a ellos. La estructura profunda de la narración está determinada, las consecuencias preprogramadas, y la autoridad del autor se limita a las transformaciones mediante las cuales la estructura profunda se manifiesta y se alcanzan las consecuencias (…). Sólo cuando el centro de atención ha cambiado de los escritores a los lectores, la autoría ya no es tan posible. Los lectores pueden ser los autores de sus propias lecturas; pero los autores no pueden ser autores de sus propios textos” (Billig, 1998, p. 345).

El lector pasa a ser autor porque, a partir de su propia interpretación, transforma lo que lee. Dada esta situación, el autor no tiene más remedio que tratar de hacerse entender, clausurar en alguna medida las polisemias y ayudar a que su lector lea de la manera premeditada. Sin embargo, el lector nunca realizará este tipo de lectura transparente e ideal, y no por incompetencias o bajos capitales culturales, sino porque, como explica Julián Serna (2004) la palabra, en sí misma, es vagabunda y provoca avalanchas, atracos y resonancias semánticas.

En lo que confiere específicamente a la comunicación en la niñez y juventud de la sociedad, se ha podido determinar a través de un análisis de varios meta-estudios e investigaciones, que los estudios han estado centrados en el lenguaje que practican tanto niños como adolescentes al momento de relacionarse y recientemente, en la nueva manera de comunicarse que esta población ha adherido a su cotidianidad con la constante interacción que mantienen a través de internet.

Se encuentran varias investigaciones (Lum, Powell & Timss, 2015) sobre los efectos que sufren los niños maltratados física y psicológicamente en el desarrollo de su lenguaje en comparación con niños que no sufrieron ese tipo de maltratos. Todos los estudios, aunque señalan diferentes efectos, coinciden en su totalidad en que el maltrato sí es causa de atraso en el aprendizaje del lenguaje.

Otro tipo de investigaciones buscan explicar las diferencias en el uso del lenguaje en niños de diferente género. En términos generales, los estudiosos del tema encuentran que las niñas son más locuaces y utilizan un lenguaje más afiliativo que los niños, pero que estos últimos son más enérgicos al hablar (Campbell & Tara, 2005). En este tema, se pudo establecer que aún faltan grandes investigaciones que tengan en cuenta otras variables como el estrato socioeconómico, nivel de educación, conformación familiar y otros aspectos que permitan explicar cómo los niños y adolescentes tienen esas características al expresarse. Con esas explicaciones y apoyándose en otras áreas de estudio, se podrían plantear métodos de trabajo para mejor el uso del lenguaje en la población que realmente lo necesite.

En otro punto, las comunicaciones generadas para crear o mantener estereotipos sociales también han suscitado el interés de los investigadores en los últimos años. Se analizó un meta-estudio compuesto por 77 estudios en donde se indagó sobre las repercusiones o efectos que tiene para las adolescentes exponerse a imágenes que representan el ideal de cuerpo de una mujer (Shelly, Hyde & Shibley, 2008). Aunque todas las investigaciones señalaron que estas comunicaciones sí tiene efectos en cuanto a la imagen corporal de las mujeres, principalmente adolescentes, es claro que no se ha investigado sobre cómo han sido las mismas jóvenes quienes han expandido esos estereotipos a través de sus publicaciones en algunos medios de comunicación. Esto, por ejemplo, aumenta la necesidad de centrar algunas investigaciones donde se tomen como muestra adolescentes y se indague sobre cómo sus formas de comunicación verbal y no verbal mantienen la importancia para la mayoría de ellas de seguir estándares sociales creados no solamente por las marcas sino por ellas mismas.

En materia de comunicación online los estudios reiteran que las nuevas formas de expresión de los niños y adolescentes en las redes sociales le permiten a esta población manifestar pensamientos y sentimientos mediante el uso de íconos, emoticones y otras formas de expresión (Valkenburg & Peter 2007) respaldados por (Livingstone, 2012). Debido a la rapidez de crecimiento de estas nuevas formas de comunicación, se encuentra que aún son pocas las investigaciones realizadas al respecto, así, como también son pobres las indagaciones en temas como la eficacia de trabajar en proyectos académicos a través de una comunicación online en comparación con la comunicación cara a cara. Este punto es importante, puesto que niños y adolescentes, al crecer inmersos en el uso de internet, están acogiendo nuevas maneras de trabajar para llegar a consensos, reemplazando las reuniones personales por video-llamadas o chats en grupo.

En materia de comunicación y familia se encuentran estudios relacionados con temas tan diversos como los efectos de la comunicación intrafamiliar en el desarrollo de la identidad de los adolescentes (Gómez, 2008),, las percepciones de los niños y jóvenes en cuanto a la comunicación que mantienen con sus padres Gosselt, Jong & Hoof, 2012), la reacción de los niños y jóvenes al enfrentarse a contenidos comunicativos denominados como no aptos para su edad (Jordy, Men & Joris, 2012), las prácticas de comunicación online relacionadas con bienestar (Valkenburg & Peter, 2007). Las principales conclusiones de estudios como estos tienen que ver con el papel central que juegan las madres en los núcleos familiares quienes tienen una relación de comunicación más fluida y constante con sus hijos. Es claro que aún faltan investigaciones para profundizar esta relación entre familia y comunicación.

Pertinencia social

La línea propenderá por cuatro fines: lograr legitimidad social, generar conocimiento socialmente útil, responder a necesidades institucionales y fomentar el desarrollo integral de sus integrantes.

La legitimidad tiene que ver con el desarrollo de investigaciones que tengan pertinencia social, es decir que contribuyan con a la sociedad colombiana y latinoamericana. Generar conocimiento socialmente útil es una consecuencia de responder a las necesidades de legitimidad social: dado que la Universidad y los estudiantes están invirtiendo recursos para lograr nuevo conocimiento, este debe ser útil para la sociedad, para los estudiantes, para los investigadores y para la misma Universidad. Por ello un criterio central será hacer divulgación de los resultados obtenidos para que muchos se puedan beneficiar de este conocimiento.

Las necesidades institucionales se refieren a la importancia de contar con propuestas que permitan fortalecer los grupos de investigación de la Universidad y el subprograma de investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. El desarrollo integral se sustenta en la intencionalidad de la Línea de enriquecer, en la medida de lo posible, a todos aquellos agentes que en ella participen.

Orientación metodológica

La Línea “Prácticas y Procesos Comunicativos de la Niñez y la Juventud” no restringe su orientación metodológica a alguna metodología específica. Partiendo del presupuesto según el cual la construcción del problema y la formulación de las preguntas de investigación determinan las metodologías de estudio –y no de manera contraria-, se acogen diversas perspectivas metodológicas de corte positivista, interpretativo o crítico. De la misma manera, se invitará a los miembros de la Línea a emplear metodologías tanto cualitativas como cuantitativas y mixtas en sus diseños metodológicos.